Es más que probable que en algún momento de la vida, sino de forma cíclica, hayas notado una caída de cabello tan abundante como repentina. Cuando esto pasa, una se alarma y empieza a pensar que, a ese ritmo de caída, puede perfectamente quedarse calva. Por fortuna somos las emisarias de una fantástica noticia: “el efluvio telógeno” es normal, cíclico y en la mayor parte de los casos no es preocupante. Veamos ¿ cómo y por qué sucede?
Las fases del cabello
En el cuero cabelludo normal hay unos 100.000 folículos pilosos, alrededor del 90% de los cuales se encuentran en fase anágena, mientras que el 10% restante se hallan en fase telógena.
Durante la fase anágena, el pelo humano crece unos cuantos meses o años antes de convertirse en un pelo telógeno y desprenderse.
El pelo del cuero cabelludo adquiere más longitud que el de otras partes del cuerpo porque su fase anágena se prolonga durante más tiempo.
El ciclo capilar en humanos es asincrónico, por lo que la caída de cada folículo es independiente de la de los que están a su alrededor. Por ello, la densidad capilar se mantiene siempre relativamente uniforme.
Algunas alteraciones metabólicas como el embarazo, la desnutrición y otros factores estresantes pueden modificar el reloj biológico de los folículos pilosos, pudiendo entrar en fase telógena simultáneamente una gran cantidad de cabellos.
Este tipo de pérdida de pelo se denomina efluvio telógeno y es un cuadro relativamente frecuente en las consultas de dermatología.
Duración del proceso de caída
La duración del período de caída excesiva depende de la causa del efluvio telógeno y según esto, hablaremos de efluvio telógeno agudo o crónico. El segundo afecta principalmente a mujeres de entre 30 y 60 años y se diagnostica por exclusión, apareciendo en muchos casos sin causa aparente.
Cuando si existe un factor al que se puede atribuir la pérdida de cabello, la caída suele comenzar unos 3 meses después del acontecimiento desencadenante, ya que este es el tiempo necesario para que un pelo complete la fase telógena y se desprenda finalmente.
Posibles causas tras el efluvio telógeno
El efluvio telógeno es, con mucho, la forma más frecuente de caída del cabello debida a tratamientos farmacológicos, enfermedades sistémicas o situaciones fisiológicas alteradas. Entre las causas más habituales de este cuadro se encuentran:
- Parto y postparto
- Postfebril
- Infecciones graves
- Enfermedades crónicas (VIH)
- Estrés psicológico intenso
- Postquirúrgico
- Alteraciones endocrinas
- Dietas de choque
- Desnutrición
- Fármacos
La mayoría de los fármacos que han sido relacionados con la caída de cabello, con la excepción de los agentes antineoplásicos, la provocan mediante efluvio telógeno. Aunque hay muchos medicamentos que han sido asociados con el efluvio telógeno, solo unos pocos de ellos lo causan con frecuencia. Los más comunes son los retinoides (acitretina e isotretinoína), los anticonvulsivos, los antitiroideos, los anticoagulantes, el litio y los interferones.
En estos últimos meses han sido llamativos los casos de efluvio telógeno tras la infección por COVID-19 o debido al estrés generado por la pandemia, confinamiento, cambios en los hábitos de vida.
¿Qué nos dice la clínica?
El cuadro clínico en el efluvio telógeno suele producirse en forma de caída aumentada de cabellos, que los pacientes detectan en la ducha, al peinarse, en la almohada.
El adelgazamiento del cabello afecta a todo el cuero cabelludo y también puede ser detectable en otras zonas pilosas del cuerpo (p. ej., pubis, axilas).
En el efluvio telógeno no existe inflamación del cuero cabelludo. La duración del episodio y su magnitud determinará una mayor o menor pérdida de densidad capilar.
Finalizado el episodio, es de esperar una repoblación total del cabello.
El pronóstico para las mujeres con efluvio telógeno crónico es relativamente bueno, ya que, aunque la caída del pelo se puede prolongar durante muchos años, no parece que esto conduzca a la calvicie.
¿Cómo hacemos el diagnóstico?
El diagnóstico del efluvio telógeno es clínico, mediante exploración física y tricoscópica. En un estiramiento ligero del cabello, lo que denominamos pilotracción o pull-test, se pueden desprender dos o más pelos telógenos normales. Mediante un estiramiento más enérgico se obtiene una mezcla de pelos anágenos y telógenos, con un porcentaje de estos últimos superior al 20%. Mientras que un recuento de entre un 15 y un 20% sugiere un desprendimiento capilar anormal, > 20% es diagnóstico.
Cuando la causa no está clara, la evaluación de un paciente con efluvio telógeno debe incluir pruebas bioquímicas básicas y tiroideas, velocidad de sedimentación, hematocrito y ferritina (como medida del hierro total almacenado).
Según las recomendaciones publicadas, la concentración de ferritina debe ser de al menos 40 ng/dl. En los casos de efluvio telógeno persistente, es decir, en aquellos que se prolongan durante más de 6 meses, el estudio de secciones horizontales de una biopsia de cuero cabelludo puede resultar útil para descartar una AAG incipiente; estas dos entidades se diferencian en la proporción de pelos terminales y vellosos. Sin embargo, queda la posibilidad de la coexistencia de los dos trastornos.
Dada la resolución espontánea en la mayoría de los casos de efluvio telógeno, este no suele precisar tratamiento. La caída de cabello se frenará progresivamente, tras lo que comenzará una fase de recrecimiento con pelo fino corto que poco a poco se engrosará hasta recuperar la longitud y grosor habitual. Todo este proceso es muy lento y puede durar hasta 12 meses.
Sin embargo, ante la preocupación del paciente o si la duración del efluvio es más larga de lo habitual, podremos recurrir a tratamientos tópicos o sistémicos. El uso de minoxidil tópico u oral puede acelerar la recuperación del cabello y mejorar el aspecto y densidad del existente. Este fármaco se mantendrá hasta el cese de la caída o la recuperación de la densidad capilar normal.
En ocasiones, podremos recomendar la toma de suplementos vitamínicos en ciclos cortos para mejorar la calidad del cuero cabelludo y acelerar la recuperación capilar.
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Autora del artículo: Dra. María Rogel