Tratar tu piel sin entender antes cómo es y qué necesita, es como pretender construir tu casa por el tejado. Sí, lo sé. Tú crees conocer perfectamente tu piel. ¿¡Cómo no la vas a conocer si es tuya!? Pues te diré que la piel puede ser de lo más tramposa y vestirse de algo que no es, dejarte pistas falsas y jugar a confundirte.
En ocasiones, una alteración en las estructuras cutáneas o una disfunción a nivel celular puede conllevar cambios que te hacen creer, por ejemplo, que tu piel es seca, cuando la realidad es que es grasa a más no poder. Estas cosas pasan y no son algo residual. Es más, me atrevería a decir que la mayoría de la población femenina, qué decir de la masculina, no sabe realmente cómo es su piel y qué necesita.
¡Tranquilidad! Que no cunda el pánico, porque nos sentimos generosas y, por eso, hoy te explicamos las cinco claves para entender tu piel. Vamos allá:
1. La piel es un engranaje complejo e interconectado
Lo primero que debes saber es que la piel es un órgano vivo, complejo y cambiante que debe entenderse en su conjunto. Sí, en su conjunto. Claro que la dividimos en partes para estudiarla, pero a la hora de abordarla, el planteamiento debe ser integrativo. Rara vez, lo que sucede en una determinada estructura no tiene impacto sobre el resto. Es más, la evidencia científica nos habla de la relación entre la microbiota intestinal y la cutánea y de cómo lo que ocurre a nivel digestivo tiene un impacto en el estado de la piel. Esto explica que cada vez contemos con un mayor número de herramientas terapéuticas con las que tratar simultáneamente los síntomas y sus causas.
2. La función celular lo es casi todo
Cuando somos jóvenes, la piel tiene una mayor tasa de renovación celular, es decir, que el ciclo de vida de cada célula se completa en menos tiempo. También es más eficiente a la hora de producir fibras de colágeno y elastina y de retener el agua que hace que la piel se mantenga hidratada. Con el paso del tiempo, la exposición al sol y el uso inadecuado de cosméticos; las células se van volviendo menos funcionales por lo que, reeducarlas pasa a ser algo fundamental.
Reeducar implica someter a la piel a un entrenamiento que, según la persona, puede parecerse más a una sesión de aquagym o una de crossfit. Lo que está claro es que las células son perfectamente capaces de cumplir con las funciones para las que han sido programadas. Lo único que hay que hacer es recordárselo. Enfócate en recuperar su integridad para que todo vuelva a funcionar correctamente. Lo cual me lleva al punto número tres.
3. La hidratación no suele ser la solución
La cosmética no debe darle a tu piel lo que ésta no es capaz de hacer por sí misma. No cometas el error de pensar que si “notas la piel seca” la solución es darle una buena capa de crema hidratante. No, por favor. Eso es, junto a freírse al sol, lo peor que puedes hacer. La hidratación externa no es la solución en la mayor parte de los casos. Es más, si la función barrera de tu piel va sobre ruedas, la hidratación puede pasar a ser prácticamente innecesaria.
Está muy extendida la creencia de que la cosmética que no funciona, es decir, la que no es adecuada para tu tipo de piel, es inocua y esto no es así. Una rutina incorrecta puede hacerle mucho daño a tu piel. Por eso es tan importante partir siempre de un diagnóstico dermatológico antes de empezar a seleccionar productos.
El segundo paso sería poner en orden las prioridades a la hora de elegir en qué productos invertir más o menos dinero. Hay principios activos que, por su estructura molecular y sus características, son más difíciles de estabilizar y/o vehiculizar. En esos casos es importante apostar por productos de más alta gama. El retinol y la vitamina C son dos claros ejemplos de ello.
4. En cuestiones de piel, las apariencias engañan
Como te decía al principio, la piel no siempre muestra su verdadera cara. A ti puede parecerte que es de una determinada manera y no serlo. Esta paradoja se repite constantemente en consulta. No te imaginas la cantidad de pacientes que refieren piel seca cuando en realidad la tienen grasa o piel sensible e intolerante cuando lo que tienen es una función barrera alterada. Es algo muy frecuente y, en cierto modo comprensible.
Además, esta confusión se ve muchas veces acrecentada por la infinita oferta cosmética que encontramos en el mercado y que se presenta como la solución final para esas personas que dicen tener la piel sensible, seca, mixta… Pero oye, esto de la piel mixta ¿¡qué es exactamente!?
5. Hay que distinguir entre tipo y condición alterada de la piel
En realidad, todos tenemos la piel mixta. Te explico: Las glándulas sebáceas de la piel de nuestro rostro tiene una determinada distribución, siendo las áreas de la frente, la nariz y las mejillas las que cuentan con un mayor número. Un mayor número y una mayor producción de forma basal. Es decir, los poros en esas zonas de la piel (sea seca o grasa) siempre van a excretar más sebo. De ahí lo de la zona T. Aún con esto, no caigas en la trampa de los productos específicos para esa zona, porque no son necesarios.
Por otro lado, la piel normal no existe. Si entendemos como “normal” lo más habitual, entonces lo más frecuente es la piel grasa. Y es que la inmensa mayoría de nosotras tenemos la piel grasa. Si eres la excepción a la regla, la tendrás seca. Todo lo demás no debe considerarse tipos de piel, sino condiciones alteradas de la misma. Por eso, la mal llamada “piel sensible” debe tratarse como algo transitorio y reversible y no como algo definitorio.
Del mismo modo, no es lo mismo una piel seca que una piel deshidratada. La primera es una condición congénita y la segunda es el resultado de una alteración en la actividad de las células cutáneas. Y así es como volvemos a la función celular. ¿¡Ves cómo todo está interconectado!? Si ya te lo he dicho en el punto número uno. La piel debe entenderse siempre en su conjunto.